En la maravillosa novela de Oscar Wilde, El retrato de Dorian Gray, el protagonista logra mantenerse joven y hermoso durante 18 años. Aunque en el libro se insinúa que se debe a un pacto con el diablo, en realidad Dorian cuenta con una herramienta un poco más imaginativa: un retrato pintado que mantiene escondido en su estudio es el que envejece por él. Si modernizamos la historia, no sería una pintura, sino una foto. Y tampoco sería un pacto con el diablo, sino un diseñador gráfico con una obsesión por el Photoshop.
El uso y abuso del Photoshop en publicidad ha sido tema de debates desde hace muchos años. ¿Cuánto Photoshop es demasiado?
Espejito, espejito, ¿quién es el más bonito?
Cuando se habla del abuso de retoque fotográfico, lo primero que viene a la mente es la industria de la moda y la belleza. Parecería obvio que una industria que se basa en vender perfección estética manipule sus imágenes. Los modelos son mujeres y hombres perfectos, sin una sola espinilla o vellito encarnado. Indiscutible, ¿no?
Sin embargo, varios estudios han relacionado directamente el aumento de trastornos alimenticios y cirugías plásticas con estándares de belleza inalcanzables. Sus más feroces detractores alegan que el abuso de retoque fotográfico distorsiona el concepto mismo de belleza. Incluso la Asociación Médica Americana (AMA por sus siglas en inglés) tomó una postura oficial en el 2011 acerca del tema, alentando a las publicitarias a ser más comedidas con el uso de la herramienta de retoque.
Con las recientes muertes de mujeres jóvenesen nuestro país luego de someterse a cirugías estéticas (que no han sido las primeras, pero esperemos que sí sean las últimas) es importante tomar conciencia de que lo que nos venden la publicidad y los medios como hermoso es imposible de alcanzar.
Es por esto que son tan relevates esfuerzos como la campaña “Yo me amo”, de la dominicana Marola Guerrero, o “Esto no es moda” en Barcelona. El anuncio de Dove “Time lapse”, donde se aprecia cómo retocan la foto de una mujer hasta hacerla irreconocible, es un buen ejemplo para entender hasta qué extremo las fotos que vemos en publicidad son irreales.
Juventud, divino tesoro…
El uso de Photoshop no se limita a las supermodelos y los artistas, también se ha puesto muy de moda en la política. Desde principios de marzo he visto vallas con un señor parecido a Clark Gable que me pide que hable con él. ¿Pero quién será ese?
Por supuesto, el maquillaje, la iluminación y el ángulo ayudan; pero el uso de Photoshop es evidente. ¡Que no tiene ni papada! Seguro que habrá llamado a Tania Báez para un cambio radical.
La gestión de la imagen es tan importante que los candidatos se mercadean como marcas, sobre todo en sociedades como la nuestra en las que se vive del BAM (Bulto, Allante y Movimiento), y es más importante aparentar hacer oposición que tener un verdadero programa de gobierno.
La mayoría pudiera restarle importancia al tema, después de todo estamos hablando de una valla. No obstante, en palabras del analista político hondureño Raúl Pineda Alvarado en una entrevista concedida al diario Propuesta Digital, ésta es una primera falta de integridad. Al no mostrarse como realmente son, los políticos están engañando al electorado vendiendo lo que no tienen. Es algo así como pintar un carro con el motor dañado.
Los políticos se hacen más bellos digitalmente porque el ser humano asemeja las cualidades físicas con las morales. La belleza es sinónimo de virtud. Es por esta razón que en La Caperucita Roja, el lobo tiene los ojos, las orejas y los dientes grandes; y en los cuentos de hadas, las brujas tienen la nariz grande, deformada y una verruga peluda.
Narciso y su reflejo
Las redes sociales se han convertido en una fábrica de estrellas instantáneas. Así, personas que de otra manera hubiesen sido desconocidas, logran acaparar de la noche a la mañana una gran cantidad de seguidores a través de fotos y videos que cuelgan en las distintas redes sociales.
Selfie fue seleccionada palabra del año por los diccionarios Oxford de lengua inglesa en el 2013, por lo que no debe sorprendernos que hasta la gente común se esfuerce en reflejar una perfección artificial. Esto se evidencia con los cientos de aplicaciones y filtros que ayudan a pulir cualquier detallito que no sea de agrado.
Los fashionistas, personas apasionadas por las tendencias de la moda y que son reconocidas por su estilo de vestir, han sacado gran provecho a estos canales, pues se basan precisamente en su imagen. Y por supuesto, son muchos los que abusan de estas aplicaciones. Tanto así, que hay páginas (como esta) y usuarios (como este) que se dedican a evidenciar retoques mal realizados.
Las redes sociales nos permiten multiplicar nuestra cara ad nauseam, sacando a flote nuestros complejos y nuestras neurosis: la vanidad masificada.
El ser humano siempre ha sido vanidoso. Hay pruebas de producción de joyería de hace 5,000 años; y de maquillaje desde los faraones egipcios. Y no es que esté mal querer verse más arregladito, pero pareciera que estamos completamente obsesionados con proyectar lo que no somos. Ayudados por el artilugio por excelencia (Photoshop et al), no se salva nada, ni políticos, ni artistas, ni nadie.